¡Lo que esta mal, esta mal!
Algunas conductas que hace años se consideraban normales ahora estarían mal vistas. Las rechazaríamos por inadecuadas, por groseras o por sucias.
Pongo por ejemplo a mi abuelo, que estaba acostumbrado a escupir en la calle. Ahora ves a una persona escupiendo y te llama la atención, aunque antes era de lo más normal. Como si ves una persona conduciendo una moto sin casco. O un profesor entrando en la clase fumando. O gente tirando ostentosamente basura por las calles.
Estas conductas ahora, afortunadamente, producen en general, rechazo social. Y por eso les decimos a nuestras hijas e hijos “mira, esto no se hace…” y les damos una explicación. Porque realmente queremos que no lo hagan. No nos parece bien. Con la excepción de quienes sólo quieren quedar bien ante los demás cuando en realidad no les importa. Ahí la cuestión. ¿Es moda, es convicción o es postureo? En la conciencia de cada uno se queda.
Las personas, como mi abuelo, o como yo misma, cometemos errores y eso no nos convierte en delincuentes. Sin embargo, aunque no estemos hablando de delitos, lo que está mal, está mal, y hay que expresarlo, decirlo clara y contundentemente, sin alzar la voz, ni faltar al respeto, debemos concienciar a la persona o personas que están teniendo una mala conducta, sea quien sea y tenga la edad que tenga.
Lo que pasa es que a veces, cuesta plantar cara. Depende del infractor pues uno se atreve o no, a “llamarle la atención”, y esto ocurre con mayor razón en poblaciones pequeñas, donde nos conocen y nos juzgan y tenemos miedo a que nos llamen amargados o intolerantes.
Yo creo que, si vemos una conducta irrespetuosa, dañina para la sociedad o el entorno, siempre se debe intervenir, decir que está mal sin miedo, con la mejor actitud y olvidarnos del: “no vale la pena llamar la atención porque no van a cambiar de actitud”.
Como dice Roser Batlle en su artículo sobre el rechazo social. Debemos expresar rechazo social a lo que no está bien, es necesario.
Creo que actualmente a veces nos falta esta claridad y contundencia, tal vez porque tenemos miedo de ofender, de excluir o de juzgar demasiado severamente a quienes se equivocan, de no ser comprensivos y tolerantes… ¡Estamos confundiendo las cosas!
Y si lo trasladamos a la población infantil con mayor razón. Los niños necesitan saber lo que está bien y lo que está mal, lo que está muy bien y lo que está muy mal. A medida que vayan madurando, adquirirán flexibilidad para relativizar lo que haga falta. Pero en la infancia no hay nada más desorientador que dejar pasar una mala conducta dependiendo de la persona, el momento o el estado de ánimo. Lo que está mal está mal siempre.
Humillar está mal. Insultar está mal. Destruir la naturaleza está mal. Agredir está mal. Y las personas que humillan, insultan o destruyen se equivocan. Hay que evitar hacer daño, evitar hacer el mal.
Si alguien tiró una botella a la calle o interrumpió a gritos una conversación, no significa que sea un delincuente o una mala persona, su comportamiento se debe la mayoría de las veces a carencia de valores y de empatía. Juzgar un acto no es juzgar a la persona que lo comete. Porque podemos comprender que tal vez el agresivo anteriormente fue agredido; que el que hace daño, primero lo sufrió… pero eso no quita seguir intentando tener una sociedad más agradable y amable, lo cual requiere el compromiso de todos.
Deberíamos animarnos a expresar, en voz alta y clara, rechazo social hacia lo que nos perjudica. Eso no nos convierte en maniqueos intolerantes. Nos convierte en personas responsables, que deseamos y procuramos una sociedad más acogedora.