Educación al aire libre
Nada es estático, todo cambia. Hemos ido descubriéndolo poco a poco, sobre todo, después de la pandemia; ese tiempo en el que con las modificaciones en nuestra rutina diaria y los distintos tipos de convivencia nos dimos cuenta de la importancia de las relaciones personales y del difícil camino para su éxito, así como de la imperante necesidad de integrarnos más con lo que no habíamos visto, el exterior, es la base ahora para nuevas oportunidades también dentro del ámbito de la educación.
Ahora sabemos que la relación armónica entre el yo, el otro y la naturaleza reafirma nuestras fortalezas y constituye la base para un aprendizaje constante, el que requiere el mundo actual. El origen, lo básico, lo más simple, se trabaja ahora como catapulta, a lo, por el contrario, más lejano, más complejo, más abierto, es decir, a una educación global.
Dentro de este contexto, la nueva alternativa educativa de las escuelas bosque vuelven a ocupar los espacios predilectos de las familias, y en especial de los niños. Han opacado por completo las formas y tiempos de la educación tradicional, brillando con sus beneficios: espacios abiertos, luz natural y mil oportunidades para aprender a través de la aventura son las cosas que los estudiantes de cualquier edad y condición aman por sobre todas las cosas.
¿Quién no imaginó alguna vez ser un pirata andante, un explorador, o un científico? ¿Poder descubrir túneles secretos o especies de animales extrañas? ¿Quién no usó su creatividad para dibujar en su mente la mejor expedición botánica del mundo o descubrió los restos de los dinosaurios más antiguos? ¿O quién no, simplemente, soñó con sentirse libre y feliz?
La escuela bosque es el lugar. Ahí los niños y niñas encontrarán el espacio idóneo para desarrollar una actitud crítica, de investigación constante, que despierte en ellos su interés genuino por la elaboración y la observación, dos elementos indispensables en la actualidad.
Pero no podemos olvidarnos de la creatividad. El contacto con la naturaleza + una guía que los ayude a ir construyendo su propio conocimiento a través de sus intereses personales, favorecerá su pensamiento artístico genuino.
Un niño o niña educado en las escuelas bosques son entonces niños responsables, indagadores, propositivos, inteligentes emocionalmente, pues pueden analizar lo que sus acciones o las de los demás detonan en ellos, o en ello, la naturaleza como fuente de vida y pretexto para ubicarse en el mundo; por lo tanto, son respetuosos de la diversidad natural, lo que se traducirá luego en el respeto por el mundo, sus costumbres, sus diferencias y también similitudes.
Por último, son estudiantes con grandes habilidades físicas, que llegan a completar las dimensiones personales para un desarrollo cabal, en donde se incluye, lo físico, lo emocional y lo cognitivo.
Sin duda, una de las mejores opciones para el interés de las familias que pretendan dar la mejor educación a sus hijos al formar personas íntegras y sensibles, y quieran encontrar mucha diversión en el proceso. Así que, ¡a divertirse aprendiendo!